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Hace un par de días visité la exposición Juan Muñoz. Retrospectiva en el Reina Sofía y quedé fascinada ante su particular universo de tentetiesos, esculturas parlantes y hombrecitos sonrientes anclados en el suelo.
La obra de Muñoz me recuerda a un camaleón, pues se adapta al lugar en que se expone y a cada visitante particular; sus creaciones invitan a a la interacción, al juego, y adquieren nuevos significados constantemente. Logran incluso crear un vínculo afectivo con el espectador, que siente un vago remordimiento al alejarse de cada sala, como si estuviese abandonando a su suerte a esos frágiles humanoides.
Aunque la playa primero y los vértigos después me han mantenido lejos del blog, aquí está por fin la primera remesa de fotos de nuestro viaje a Toronto:
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La obra de Muñoz me recuerda a un camaleón, pues se adapta al lugar en que se expone y a cada visitante particular; sus creaciones invitan a a la interacción, al juego, y adquieren nuevos significados constantemente. Logran incluso crear un vínculo afectivo con el espectador, que siente un vago remordimiento al alejarse de cada sala, como si estuviese abandonando a su suerte a esos frágiles humanoides.
